Johnnatan Palomino, un abogado con alma de artista

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Johnnatan Palomino, un abogado con alma de artista


Entrevista de Augusto Álvarez Rodrich

Johnnatan Palomino nos habla de cómo el ejercicio del derecho se nutre del teatro, encontrando un elemento fundamental presente en ambas actividades, la búsqueda de la verdad en nuestras acciones respecto de un objetivo, y cómo combina su pasión por el teatro con su desarrollo profesional en la empresa.

Johnnatan Palomino nos habla de cómo el ejercicio del derecho se nutre del teatro, encontrando un elemento fundamental presente en ambas actividades, la búsqueda de la verdad en nuestras acciones respecto de un objetivo, y cómo combina su pasión por el teatro con su desarrollo profesional en la empresa.

Nuestro jefe de Regulación Johnnatan Palomino ha sabido combinar perfectamente sus dos grandes pasiones: el derecho y el teatro. En una entretenida y reveladora entrevista, el reconocido periodista Augusto Álvarez Rodrich conversa con él y descubre cuáles son sus motivaciones y retos como profesional y como artista.

¿Cómo así un abogado especializado en regulación eléctrica se interesa por el arte y el teatro, cuando muchos creen que son mundos separados?

Esa separación se ha ido diluyendo en los últimos años. Las facultades de derecho han implementado cursos relacionados al teatro para la formación de los futuros abogados al percatarse que esta arte ofrece muchas herramientas útiles para el ejercicio de la profesión, sobre todo habilidades blandas. En el teatro se exige mucho al actor el factor de la verdad en lo que dice y hace en escena para convencer al público, que es lo mismo que hace, finalmente, un abogado: convencer a un público determinado, a un tribunal arbitral, al cliente, a la contraparte en un contrato, etc.

¿Así fue en su caso?

No, yo no me acerqué al teatro como abogado, sino por una curiosidad personal, y, en el camino, me fui metiendo más a la interacción entre el derecho y el arte.

Sé que has tenido una formación actoral intensa y valiosa…

Conocí el teatro desde dentro en 2012 en un taller del CC PUCP con Leonardo Torres Vilar, con la ‘actuación de método’ (técnica de Sanford Meisner). Fue un acercamiento apasionante y riguroso porque la técnica exige ser orgánico en la acción minuto a minuto, lo cual requiere de mucho compromiso de todo nuestro cuerpo y emociones, empezando por saber escuchar. Ese mismo año, tomé un taller montaje dirigido por Raúl Sánchez McMillan, también seguidor de la técnica Meisner, y tuve la inolvidable experiencia de estar en una obra de teatro: ‘Ruido’ de Mariana de Althaus. Fueron cinco funciones en las que pasamos por todo lo que un actor puede pasar en escena: desde que te equivocas y nadie se da cuenta, hasta que tengas que ir a hacer función a pesar de estar enfermo, y vivir la última función como una fiesta.

¿Y luego?

Después de poco más de un año, retomé la formación, y en 2014 tomé un workshop de creación colectiva con ‘In Transit’, un grupo de teatro de tres chicas muy talentosas (dos europeas y una peruana). Tenían la onda del trabajo “in progress” en el que se crea y desarrolla una obra con el aporte de todos y el público. Después me alejé un tiempo porque empecé a estudiar una maestría en la especialidad en la que trabajo, aunque en el 2015 y 2016 estuve involucrado en la preparación del performance– con herramientas teatrales- del equipo de alumnos que representan a la Facultad de Derecho de la UPC- donde estudié y donde dicto ahora- en una conocida competencia internacional de arbitraje organizado por la U. de Buenos Aires, en la que ahora participo como jurado.

¿Cuándo volviste?

En 2017 retomé la formación en el taller con Laura Silva, de Argentina, donde volteamos de cabeza ‘Romeo y Julieta’ y asumimos el reto de hacer escenas de la obra desde “dónde nos nazca”. A los dos meses, tomé otro taller muy corto con el maestro Alberto Isola en el CC PUCP, que fue más teórico pero muy provechoso. Dicho sea de paso, tengo pendiente llevar un taller más largo con Alberto. El año pasado, antes de la pandemia, repetí el plato con Laura en un taller intensivo en el que la exigencia física marcó la característica del trabajo, y tuve un acercamiento de cómo a través de lo físico llegamos a lo emocional y a esa verdad en escena. Y luego, con la virtualidad, llevé un taller de dramaturgia con Federico Abrill y otro de Dirección con David Carrillo. En ambos casos, con la intención de tener un primer acercamiento a estos roles.

Te has formado como actor, dramaturgo y director. ¿Cuál función teatral prefieres?

Me interesan las tres. Para ser director hay que tener experiencia como actor, porque el director debe ser empático con el actor en el proceso de preparación de la puesta en escena. Y también quisiera desarrollar la dramaturgia. Siempre he quedado sorprendido y con mucha curiosidad de qué es lo que pudo haber pasado por la mente del dramaturgo cada vez que he salido de ver una obra de teatro. De hecho, como parte del taller de dramaturgia, escribí una obra corta basada en un episodio de mi vida como practicante de Derecho. En algún momento la pondremos en escena, cuando se abran los teatros. Lo tenemos comprometido con Federico para que él la pueda dirigir.

¿Cómo te llevas con el teatro virtual? ¿Es otro género?

No me termina de cuadrar pues siento que hace falta la relación física actor-espectador. No lo descarto, no lo haría con la obra que ya tengo hecha para la ‘presencialidad’, haría otra para la virtualidad. Tengo en mente luego aventurarme a escribir una más larga, en la que junte el teatro con mi otra pasión: el café de especialidad. Ya tengo algunas ideas que hay que trabajar. Con calma.

¿Qué teatro te atrae más?

El drama o la comedia negra, tanto en cine como en teatro.

¿Tus dramaturgos preferidos?

Peruanos, Mariana de Althaus definitivamente, y Eduardo Adrianzén; y extranjeros, Tennessee Williams. También me gusta mucho “Willy” (Shakespeare), sobre todo porque he trabajo escenas de sus obras en los talleres mencionados.

¿Una obra preferida puesta en el Perú?

Yo fui a ver ‘Ruido’ cuando se repuso con Mariana de Althaus, y le tenía un cariño especial a la obra porque la trabajé, y otra que me encantó fue ‘Otras ciudades del desierto’ de Jon Robin Baitz, que se montó en La Plaza, un drama familiar, que trata en buena cuenta sobre la aparición de la humildad en la naturaleza humana y lo vital que es.

¿Por qué va tan poca gente al teatro?

Porque no es muy barato, y porque se requiere más difusión de que el teatro es la vida misma, que no es solo para gente entendida en la materia. El teatro te lleva a ver cosas de la cotidianeidad en las que a veces no reparamos. Y cuando haya más demanda, es altamente probable que los precios vayan disminuyendo.

¿Crees que el estar cerca del teatro te vuelve una mejor persona?

En la formación como actor- y también en el rol de director- yo he identificado mucho el valor de la escucha, el dejar de mirarse a sí mismo para mirar al otro actor con el que interactúas. Y esa escucha nos hace falta mucho como personas en el día a día, y eso nos lo enseña el teatro. Eso a mí me ha servido mucho como profesional y como persona. Hay una máxima en el teatro que dice que, con las palabras, no solo decimos sino hacemos, y eso cuenta mucho en nuestro desenvolvimiento como profesionales y como personas. Y como espectador, el teatro es la vida misma, es un espejo de cosas que en el día a día no nos damos cuenta que pasan, y nos insta a pensar y cuestionarnos muchas cosas. Si podemos ir a consumir teatro, vayamos.

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2021-03-26T18:40:04+00:00
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